Súplica a un dios improbable.
Dígnate señor posar tus ojos sobre este horrible abismo, de donde con fervor te clamo.
Atiende mi súplica, atiende ¡oh luz del universo! mi llamado, apelo en mi eterna noche a tu misericordia. El más breve y tenue rayo de tu luz, es suficiente para romper tan densa tiniebla. Perdona mi ignorancia, sálvame de ella ¡oh señor!, escucha mi súplica, seca con tus manos mi llanto. Déjame, a mí, indigno e insignificante ser, aunque sea solo un instante, contemplar la luz de tu rostro. Sácame de la ignorancia. Permíteme ser tu tenaz servidor.
Sana mi dolor de vivir, regálame el don de la fe. Revélate ¡oh creador!, alza tu espada y hiere a tu enemigo, que me atormenta sin clemencia en este valle de injusticia y lagrimas.
Dígnate mostrarme tu luz, ¡oh fuego consumidor!, ¡oh sol del universo!, dame tu lanza para vencer a mis enemigos. Déjame ver la luz del conocimiento supremo, aun cuando no la resista mi mente.
Me hallo aquí a tu merced, con las rodillas hincadas, y el alma sujeta a súplica tan elevada. Tengo mi señor, el cuerpo, agotado de este mundo, de esta realidad tan pobre.
Clamo por ti desde la más espantosa obscuridad, déjame sentir tu voz, y que como un poderoso trueno retumbe en la eternidad, déjame sentir tu mano, que acaricie mi rostro como la brisa del mar. Revélate, y permíteme descubrir que no estoy solo, que mi suplica es atendida… ¡que existes, oh señor!
Mitiga mis penas, anula mi conciencia de vivir, que no me deja vivir. Alivia mi congoja, líbrame de la razón, de la lógica; para no concluir que no existes, para comprender que eres más, que un pobre consuelo a nuestra triste e irremediable ignorancia.
***y mi súplica fue atendida...