La tristeza. Se ha hablado demasiado de ella, y sentido poco. Quienes la conocen no hablan de ella, la viven, y lo que resulta más curioso, la disfrutan, la deleitan en soledad, se relamen los labios de auto-conmiseración.
A propósito del tema he querido compartir un artículo, que me ha recordado el topic, publicado recientemente en la revista colombiana Kienyke. Cito a continuación la primera parte:
La necesidad de la tristeza (I)
Los jóvenes no recuerdan esa pequeña novela que dejó huella en nuestra adolescencia: Bonjour Tristesse de Francoise Sagan. Hay novelas y relatos que son puro título, ésta es una de esas: Buenos días Tristeza, no hay que nada más que decir.
Siempre creí que el origen de la expresión era aquel standard de jazz de Billie Holliday Good morning Heartache, literalmente Buenos días dolor de corazón. Pero según la siempre incierta Wikipedia viene de un verso de Paul Éluard: adiós tristeza/ buenos días tristeza. Estos tres geniales artistas expresan una realidad humana: la tristeza, la melancolía, elspleen son fieles acompañantes del hombre y la mujer. Todos tenemos períodos de depresión, más largos o más cortos, más profundos o menos, durante nuestra vida. ¿Por qué?.
Si la depresión es enfermedad, ¿por qué la evolución ha permitido su alta prevalencia en la especie humana? Su presencia nos hace menos capaces de llevar una vida plena y defendernos de nuestros enemigos. Además, y es una cruel verdad, lleva a conductas como el suicidio que parecen no favorecer la sobrevivencia de la especie. Entonces, ¿por qué el hombre y la mujer se deprimen tan frecuentemente?.
Hace unos años cuando salieron al mercado nuevos antidepresivos como el Prozac leí un artículo que daba una respuesta radical a esta pregunta. Lo que ocurre, decía el autor, es que la evolución biológica no tiene ningún interés en la felicidad individual del hombre, sólo le interesa que la especie se preserve, que los genes humanos sigan reproduciéndose. En otras palabras, la naturaleza no tiene ningún interés en que usted o yo vivamos larga y plenamente, solo le interesa que dejemos descendencia. Si después de reproducir y distribuir sus genes durante la juventud el ser humano se deprime eso ni le va ni le viene a la evolución. La respuesta puede deprimirlo más a uno, sigamos entonces considerando la pregunta.
El periodista Jonah Lehrer publicó el año pasado en el New York Times un largo artículo titulado Las ventajas de la depresión. Por supuesto que el solo título llama a la controversia. Siquiatras y neurocientíficos han respondido a él con acrimonia. Pero me parece un intento sincero de discutir si en la evolución humana, o más precisamente en la evolución del cerebro y la conducta humana, hay necesidad de la tristeza.
Es curioso que Charles Darwin, autor del Origen de las Especies y descubridor con Wallace de la evolución, sufrió durante muchos años de “pereza” y “mal ánimo”. La tortuosa y lenta producción de ese seminal libro de la biología contemporánea se debió a la persistente melancolía del paleontólogo.
Se ha especulado que el malestar crónico de Charles Darwin era debido a enfermedad de Chagas, adquirida quizás en el sur de la Argentina. Otra posible explicación es deficiencia de lactasa ya que se acompañaba de malestares estomacales vagos y gases. Esta última posibilidad es interesante porque el reflujo gastroesofágico o dispepsia puede llamarse acedía. El término acedía también significaba melancolía (el demonio del mediodía) en los antiguos escritos monásticos, y por ahí va la cosa.
Darwin confiesa que lloraba “histéricamente” cuando se hallaba solo y lo más probable es que sufriera de una depresión crónica severa. Esta “mortificación” le permitía trabajar sólo un día de cada tres, pero siempre sobre lo mismo: la teoría de la evolución. Por eso tardó años en terminar su obra maestra.
El paciente deprimido piensa repetidamente lo mismo, algunos lo llaman rumiación obsesiva, y aquí puede estar la dolorosa ventaja evolutiva de la tristeza crónica. En algunas situaciones sería adaptativo para la especie que algunos de sus miembros se entregaran a pensar lo mismo por muchos años, sobretodo en problemas de difícil solución o cuando no logramos expresar claramente lo que estamos viviendo y sintiendo. Darwin escribió “la tristeza dirige al animal en el curso de acción más beneficioso”. Puede pensarse que se refería al beneficio de la especie, no del individuo entristecido.
Ya Aristóteles había escrito “todos los hombres que han logrado la excelencia en filosofía, poesía, arte o política, aun Platón y Sócrates, han tenido un temperamento melancólico; algunos hasta sufrieron de melancolía patológica”. Y el poeta Keats escribió en el siglo XIX: “¿No has visto como es necesario un mundo de dolores y problemas para educar una inteligencia y convertirla en alma?”. Traduzco estas citas del artículo de Lehrer porque convendría buscarlas y “rumiar” su verdadero sentido.
De todas formas me parece interesante proponer que la tristeza de algunos individuos es ventajosa para la especie. Lo que explicaría en parte que una enfermedad como la esquizofrenia afecta a menos del 1% de la humanidad y por el contrario la incidencia anual de depresión es del 7%. ¿Es necesaria la tristeza para la evolución del hombre?. Seguiremos discutiendo el tema en la próxima columna.
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Opiniones???
Si dejáramos de pensar en nosotros mismos, cuando nos demos cuenta que estamos cayendo en estado depresivo, desaparecería.
ResponderEliminarBuscar otro aliciente diferente a la causa de nuestro estado de ánimo, alegrar la vida de otros, buscar en qué ocupar nuestra mente, en fin, se que no es la cura, pero si un medio para ahuyentarla. :)