OPTIMISMO
El hombre empieza descubrir que todos sus afanes industriales y económicos, a la larga redundarán en la destrucción de su propio planeta. Es una realidad evidente desde hace mucho tiempo, pero solo hasta muy poco, ya cuando el planeta ha roto su balance natural y comienza a afectarnos, ha iniciado el debate sobre las políticas globales en materia ambiental.
Ha tomado muchos años, de caótico y desenfrenado “desarrollo”, el pequeño logro de tomar conciencia sobre el autodestructivo sendero sin retorno, al que estamos encaminados. Y el mundo en general, con contadas excepciones que entorpecen estos esfuerzos, ha iniciado el retorno hacia lo verde, hacía lo natural, hacia la preservación y manejo adecuado de los recursos naturales.
Resulta bastante paradójico que en aras de tan desesperado afán, se haya producido tanto daño al planeta, y que producto también de este afán, ahora todas las políticas de desarrollo a futuro, estarán dirigidas hacia la preservación del medio ambiente. Es que después de doscientos años de desarrollo industrial desmedido, solo recientemente hemos logrado descubrir que el planeta no resistirá por mucho tiempo más este vertiginoso ritmo al que le hemos venido sometiendo, y que tarde o temprano nos pasara cuenta de cobro.
Occidente, líder de esta irrefrenable carrera industrial, empieza a sentir en carne propia las consecuencias de su indiferencia hacia el medio ambiente, un tema que hasta hace pocos años era mirado con desdén desde las más altas esferas del poder, y que ahora es tenida como una de las más grandes prioridades en los programas de gobierno y de desarrollo de las principales potencias mundiales, incluyendo algunas del hemisferio oriental terráqueo, como Japón y Corea del Sur.
Es muy diciente que dos muy representativos líderes mundiales, como Alan Gore, y Tony Blair, en un momento tan coyuntural, hayan incluido el tema del daño ambiental en la agenda de los temas de mayor prioridad a nivel global, y hayan lanzado al mundo un mensaje de alerta ante nuestro poco prometedor futuro.
El balance entre desarrollo económico y protección del medio ambiente, es el gran reto político de los próximos tiempos, y estoy seguro que de una u otra forma, el hombre se las arreglará para proseguir en su afán económico, pero ya sin ocasionar las graves secuelas que aun hoy se siguen produciendo al planeta.
Soy optimista ante el pesimismo, ha sido necesario llegar hasta este punto, para tomar cartas en el asunto y acometer acciones reales en el tema.
No obstante el panorama es desolador, el calentamiento global nos amenaza; algunas de las principales ciudades del mundo divisan sobre sus cabezas el peligro latente de desparecer inmersas en las aguas del mar. Los Ángeles, Tokio, Hong Kong, son solo algunas de las metrópolis que desaparecerían de la faz de la tierra tragadas por el océano, si en menos de cincuenta años no reducimos por lo menos a la mitad, la emisión de gases de efecto invernadero; y este problema, el de la emisión de gases, para ser resuelto, implica un gran cambio en nuestros hábitos de consumo, algo muy difícil de realizar en una sociedad que se ha fundado sobre la base del consumismo.
Sin embargo, soy optimista, ya hemos planteado el problema, y estoy seguro de que a la larga sobreviviremos, y lograremos el tan necesario balance entre industria y medio ambiente; estoy seguro de que lograremos asumir con responsabilidad nuestro desarrollo, y que finalmente lograremos darle un respiro a nuestro solitario planeta.
Mensaje de esperanza lanzado por El Argonauta con motivo de la celebración mundial del día de la tierra (22 de abril).
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