La inercia es la tendencia natural de las cosas a permanecer en el estado en que se encuentren. Recordar el manido ejemplo de física elemental, del vehículo estacionado al que hay que aplicarle fuerza para posibilitar su movimiento; o caso contrario, el vehículo en movimiento al que se le tiene que aplicar una contra fuerza para que se detenga. En ambas situaciones, se sabe, indefectiblemente el vehículo se detendrá y se mantendrá inmóvil hasta que algún esfuerzo logre nuevamente trasladarlo.
Interesante cuestión, el estado natural de las cosas es el estatismo. Ahora, ¿qué tanto podemos deducir de esto?: Si de los objetos materiales lo natural es el no moverse, entonces ¿podemos concluir que el estado natural de los seres vivientes es el no vivir?, o por otra parte, ¿Será la oscuridad, otro estado natural?
Al reflexionar sobre la vida, nos enfrentamos a una gran paradoja: la vida es inercia y rompimiento de inercia al mismo tiempo; es tendencia disuelta por el no ser, y a su vez, disuelve la tendencia del no existir.
No implica gran dificultad representarse de qué modo la vida se aferra a la existencia. Cómo nuestro propio organismo, se sujeta férreamente a la vida. Resulta patente este hecho, analizando siquiera sucintamente procesos restaurativos del organismo, como la cicatrización o la reacción del sistema inmunológico ante algún agente nocivo.
Si un árbol es cortado, inclusive desde su tronco, tarde o temprano volverá a crecer; si algún ser vivo sufre cualquier daño, naturalmente su tendencia fisiológica será la auto-restauración. De allí que la vida sea una forma de inercia en sí misma, una fuerza que se abre paso ante aquella otra máxima tendencia que nos hala constantemente como si se tratase de alguna extraña fuerza de gravedad.
Lo vivo siempre se habrá de resistir a desaparecer. Pero he aquí varias cuestiones: inicialmente ignoramos si existe algo antes o más allá de la vida, sin embargo, es relativamente claro que el hecho de existir rompe aquella oscura inercia del “no ser”. Por otra parte, resulta sumamente curioso el hecho, de que siendo el ser humano la única criatura plenamente consciente de sí misma, y de su propia existencia; sea también la única que consciente y voluntariamente, ocasione su propia muerte; ¿pesa tanto acaso la vida consciente?.
¿De dónde procede la obstinada tendencia de la vida por la vida?. Resulta fascinante imaginar la razón por la que los seres vivientes se empeñan en darle continuidad a la existencia, tantos fenómenos dirigidos a un mismo objetivo; la preservación de la vida. ¿Qué nos mantiene vivos?: ¿solamente el instinto?, o ¿el temor hacia lo desconocido?, sin embargo los animales no poseen consciencia de su existencia, y a pesar de esto, en ocasiones presienten su muerte… y le temen.
Además, si la tendencia de nuestro cuerpo es aferrarse a la vida, ¿querrá decir esto entonces que también debemos nosotros propender por la vida?, ¿que vivir es lo correcto?, ¿que vivimos por alguna razón, aunque nos sea irremediablemente desconocida? Lo anterior muy probablemente nos tentaría a concluir que el suicidio es un error, una irrupción grosera de aquella tendencia, de aquella inercia de la vida de la que sin embargo todo ignoramos . Cada vez mis interrogantes se hacen más profundos, y solo visualizo a lo lejos, mas preguntas, mas dudas. Vivir es como subirse a un automóvil en movimiento, del que desconocemos su procedencia, y del que ni siquiera conocemos hacia donde se dirige. Pareciera entonces , que solo nos queda vivir.
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La muerte no será acaso la eterna fuente de la vida?. Toda civilización ha tratado de vencerla; los egipcios se momificaron y al parecer vivieron más pensando en su muerte que en su vida, los españoles, en cabeza de Ponce de León, buscaron con un afán irritable la fuente de la eterna juventud. En cambio hubo otros que anhelaron la muerte, como la santa de Avila, Teresa de Jesús, quien decía "vivo sin vivir en mi/ Y tan alta vida espero/ Que muero porque no muero. En el siglo de los románticos el suicidio fue considerado "la peste del siglo", y que decir de nuestros tiempos cuando el quitarse la vida ya no produce conmoción. La modernidad ha logrado alargar la vida, pero tambien desde hace algunas décadas tiene en sus manos el poder atómico suficiente como para acabar varias veces con este mundo( bastaría solo una), en fín... las contradicciones de nuestra especie .
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